Cada año, en Indonesia, los habitantes del pueblo tengger suben hasta el cráter del volcán Bromo para ofrecer frutas, flores y oraciones. Este juego se inspira en ese gesto: una pelota debe ascender por unas escaleras llenas de trampas, moviéndose con precisión y paciencia. Si cae, hay que volver a empezar. Un camino de esfuerzo que nos habla de ofrendas y de fe.
Este juego se inspira en el Yadnya Kasada, un ritual ancestral que tiene lugar en el volcán Bromo, en la isla de Java, Indonesia. Cada año, los miembros de la comunidad tengger realizan una larga ascensión hasta el cráter activo del volcán para ofrecer alimentos, flores y otros bienes como muestra de gratitud a los dioses y a los espíritus protectores de la montaña. Desde el borde del cráter, lanzan estas ofrendas al interior del volcán, en un acto de fe y de conexión con las fuerzas de la naturaleza. Es un gesto que combina respeto, riesgo y esperanza: todo lo que se da, se entrega desde el esfuerzo.
Nuestro juego reinterpreta esta tradición como una metáfora del camino espiritual. Los participantes deben hacer subir una bola por unas escaleras inclinadas, manipulando una palanca con precisión. Si los movimientos no son lo suficientemente fluidos, la bola puede caer en una de las trampas ocultas y rodar hacia abajo. Hay que volver a empezar, y así, como en el ritual, el ascenso se convierte en un proceso de aprendizaje y persistencia.
El simbolismo de este juego conecta con muchas otras culturas que entienden la subida —física o simbólica— como un camino de transformación. Desde las peregrinaciones a cumbres sagradas, como el Monte Kailash en el Tíbet o el Ararat en Armenia, hasta rituales como la ofrenda del Inti Raymi en los Andes, las sociedades han relacionado el gesto de ascender con la búsqueda de lo sagrado.
A través del juego, los niños pueden experimentar esta metáfora del ascenso: no como una carrera, sino como una danza lenta, llena de retos y repeticiones, que solo se completa con atención, constancia y un poco de fe.