
Bolivia
La Diablada es una danza tradicional andina llena de simbolismo, originaria principalmente de Bolivia, pero también presente en Perú y Chile. Esta expresión cultural combina elementos religiosos y míticos para representar el conflicto entre el bien y el mal. Los bailarines visten máscaras intrincadas con formas de demonios y ángeles en esta festividad que constituye uno de los puntos centrales del Carnaval de Oruro, reconocido por la UNESCO como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad.
La Diablada fusiona tradiciones prehispánicas con influencias cristianas introducidas durante la colonización. Los demonios que protagonizan la danza tienen sus raíces en las creencias indígenas sobre los espíritus protectores de las minas, conocidos como el Tío o dioses subterráneos, que se sincretizaron con la figura cristiana del diablo. Esto da lugar a una narrativa rica y ambigua, donde el mal no es solo una fuerza a combatir, sino también un reflejo de las tensiones entre las culturas indígena y europea.
Aunque la danza está presente en diversas festividades andinas, es en el Carnaval de Oruro donde alcanza su máximo esplendor. Allí, cientos de bailarines desfilan con máscaras hechas a mano, llenas de color y detalle, acompañados por bandas de música que interpretan ritmos tradicionales.
La Diablada, como danza folclórica, conecta con otras tradiciones del mundo que utilizan el movimiento coreográfico para expresar narrativas culturales, valores sociales o espirituales. Estas conexiones ponen de manifiesto la universalidad del lenguaje corporal como forma de expresión y cohesión cultural.
El juego inspirado en la Diablada combina habilidad y equilibrio sobre un tablero móvil que simula los movimientos de la danza. Los jugadores deben colocar y mover unas bolas de madera mientras unos pequeños autómatas bailan acompañando con su coreografía.
La Diablada, al igual que otras tradiciones que combinan danza, máscaras y música, nos recuerda la capacidad humana de utilizar el arte para representar conflictos internos y colectivos. Esta danza conecta pasado y presente, el mundo espiritual y el terrenal, y fomenta vínculos sociales a la vez que mantiene viva una rica herencia cultural.
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